martes, 20 de julio de 2010

Traz este vidrio lloviznado

Traz este vidrio lloviznado
Estoy parada frente a un peldaño de decisión, es sin duda el más alto que he visto en mi vida, como para atreverme a subir. Sin embargo una fuerza externa me empuja e induce al acto. Luego volteo y te veo a mi lado, los dos atónitos, sorprendidos y asustados observamos como tras este vidrio lloviznado hemos dejado ver pasar nuestros sueños e ideales. El futuro más próximo y a la vez más lejano que teníamos los dos. Tras este vidrio lloviznado, ambos sabemos que será el adiós a una ciudad en donde niños jugábamos y cantábamos sin cesar por la alegría que nos rebasaba del alma. Hoy y ahora observamos tras esta ventana teñida del agua que filtra de un cielo gris, la ultima mirada que será para mañana solo el recuerdo de aquel vivir.

Las campanas están sonando y el tren por partir esta, por lo que despojo de mi mente aquella nostalgia que aferra mi ser a la todavía tierra en la que nací. La presura entre mis pensamientos crea un conflicto difícil de combatir. Por un lado los recuerdos no me dejan avanzar y por otro el agobio me incita a escapar. Veo con nostalgia momentos en los que solíamos andar por las calles contemplando el firmamento y apreciando la belleza de sus parques. Esta ciudad que nos albergaba acompañaba día a día la rutina que aunque agobiante, se recompensaba con saber de que siempre estaría allí para recorrerla y disfrutar de ella. Inmediatamente atraigo los sonidos y las claras imágenes de lo que aun ayer era el reflejo de una cuidad viva tanto de día como de noche. Los habitantes que la componen iban de un lado a otro, con tal armoniosidad que parecía una coreografía ensayada y de práctica habitual. En este instante, son solo algunos los que se atreven a salir, a transitar por ahí y con cierta desconfianza miran de un lado a otro como si temieran por sus vidas.

He recorrido en segundos momentos en mi vida importantes. Tras este vidrio lloviznado, la huida de la guerra despierta tan pronto puede mis sentidos y me arrastra de inmediato al vagón que me llevara por fin a otro destino. Las calles desiertas, convertidas en un campo de batalla y casi en escombros, nos despiden del aquel lugar, de donde ahora salimos deseando no volver mas. Es así que me apresuro en sentarme para partir hacia un nuevo horizonte.

Es así que me apresuro en dar el paso a la escalinata que me faltaba subir para alcanzar todavía al nuevo mañana.

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