miércoles, 21 de julio de 2010





La ùltima pincelada en Venecia



Es de tarde y las calles en Venecia están adormitadas como si un sedante se hubiese derramado por la ciudad. Sin embargo, me cuesta trabajo diferenciar si es que la ciudad verdaderamente esta así, o es producto de mi vista cansada lo que me hace verla de ese modo. Dejo atrás esa idea y me dispongo a salir como de costumbre a pasear por las galerías de retratos que me suelen engatuzar cuando estoy camino a la Plaza San Marcos. Los retratos que en la galería aprecio son de los mejores, y el pintor que las plasma es un hombre que se deja ver continuamente, aunque es lo suficiente arrogante como para hablar con él. Así que reservo mis comentarios para una especie de libreta casera en la que apunto mis opiniones y, sin duda, mis sensaciones sobre cada lienzo. Termino el camino y de pronto estoy nuevamente en casa. Pongo los tulipanes en un florero, el mismo que después veré quebrado en el piso. Ahora no me explico que está ocurriendo, pero los gritos invaden y magullan mis oídos. Las voces se enfrentan pero no se entrelazan por el sentido que cada una toma. Mi noción pierde horizonte y se ahoga en la incertidumbre. Los gritos no cesan y en cuanto pueden se apoderan del lugar, sin dejar espacio libre por algún rincón de la habitación. De inmediato se ha sembrado en el ambiente una tensión que entraña mis sentidos y acaba por derribarme.

Me permito sentarme como si mereciera un descanso indefinido. Ya en la cama me arrincono contra la pared en busca de una esquina para refugiarme. Por temor a perder la vida en un instante, contraigo mis piernas como para no dejarlas caer a un abismo. Mis brazos atinan a abrazar las sabanas que envueltas me ofrecían protección. Es agobiante la sensación en ese momento, la respiración toma descansos y la vista guarda recelo de ver hacia al frente. Mi cuerpo sentado sobre la cama no cobra movimiento y aunque la mente ordene imperativamente, las extremidades desobedecen la intención. En mi mente solo estoy pensando en cubrirme del peligro, del miedo y del terror. A lo lejos, siento el viento soplando fuerte, entra por la ventana y con el trae el nervisiosismo que termina por invadirme por completo. Intento buscar escapatoria alguna que me libere de esta quietud interminable. Ya nada tiene lógica, se desmorona de inmediato toda idea que se quiera erigir en mis pensamientos. Se inicia un conflicto de recuerdos, culpas, presiones y demás sensaciones que batallan sin cesar. Es como si un recuento en mi memoria trajera a ella imágenes de lo vivido últimamente con lo de hace varios años atrás. Intento sacudirme, despertar, saber si estoy soñando o si se trata de una de las pausas que hago cuando quiero escribir y estoy en busca de inspiración. Tengo miedo de levantar la mirada, de abrir los ojos a la realidad, no sé después de eso que habrá, solo puedo concebir temor de sentirme en peligro. Quiero cubrirme de lo que atienta contra mí, las siento y no solo son voces, también son manos que enérgicamente me están señalando y se empuñan tomándome como destino. Algunas apuñalan fuertemente, otras y apenas se dejan sentir, pero igual hay dolor. El corazón ya no logra contener el abatimiento quiere gritar pero el miedo de morir en el acto, pone el freno exacto a la situación.

Luego de estar conteniendo por largo rato todo el temor que me aquejaba me atreví a moverme ligeramente. Y es que es incontable la sensación de no saber que ha sucedido, no tenia conmigo respuestas a lo acontecido. No logro explicarme porqué en este momento de agonía viene a mí la conciencia e interpela mis actos y decisiones. La caída del cuchillo de la mano débil que lo sujetaba y el deseo afanoso que lo incitaba terminan por narrar el hecho.


Finalmente recobro la conciencia y vuelvo a mí, decido revelar en definitiva lo que mis ojos no se atreven. Levanto lentamente la mirada y aunque mis ojos oponen resistencia, trato de mantenerme firme en mi posición. No es fácil lidiar con el deseo y el temor. Así, lo primero que veo es a un hombre que me convirtió en deseo puro de sensaciones endebles. Un hombre que supo esculpir en tinta de color mis diversas facetas, que aunque creadas a su apetito, me representaban. Un hombre que me hizo sentir luz interminable cuando andaba por las calles y era reconocida por mi presencia en los retratos. Aquel que en todas y cada una de sus obras me moldeaba en posiciones durante horas para ser perpetuada en pintura y color sobre un lienzo prisionero de mí ser. Es ahora este el mismo hombre que yace en el piso a causa de la muerte que invadió mi mano con la misma fuerza como cuando el sujetaba el pincel.
















martes, 20 de julio de 2010

Traz este vidrio lloviznado

Traz este vidrio lloviznado
Estoy parada frente a un peldaño de decisión, es sin duda el más alto que he visto en mi vida, como para atreverme a subir. Sin embargo una fuerza externa me empuja e induce al acto. Luego volteo y te veo a mi lado, los dos atónitos, sorprendidos y asustados observamos como tras este vidrio lloviznado hemos dejado ver pasar nuestros sueños e ideales. El futuro más próximo y a la vez más lejano que teníamos los dos. Tras este vidrio lloviznado, ambos sabemos que será el adiós a una ciudad en donde niños jugábamos y cantábamos sin cesar por la alegría que nos rebasaba del alma. Hoy y ahora observamos tras esta ventana teñida del agua que filtra de un cielo gris, la ultima mirada que será para mañana solo el recuerdo de aquel vivir.

Las campanas están sonando y el tren por partir esta, por lo que despojo de mi mente aquella nostalgia que aferra mi ser a la todavía tierra en la que nací. La presura entre mis pensamientos crea un conflicto difícil de combatir. Por un lado los recuerdos no me dejan avanzar y por otro el agobio me incita a escapar. Veo con nostalgia momentos en los que solíamos andar por las calles contemplando el firmamento y apreciando la belleza de sus parques. Esta ciudad que nos albergaba acompañaba día a día la rutina que aunque agobiante, se recompensaba con saber de que siempre estaría allí para recorrerla y disfrutar de ella. Inmediatamente atraigo los sonidos y las claras imágenes de lo que aun ayer era el reflejo de una cuidad viva tanto de día como de noche. Los habitantes que la componen iban de un lado a otro, con tal armoniosidad que parecía una coreografía ensayada y de práctica habitual. En este instante, son solo algunos los que se atreven a salir, a transitar por ahí y con cierta desconfianza miran de un lado a otro como si temieran por sus vidas.

He recorrido en segundos momentos en mi vida importantes. Tras este vidrio lloviznado, la huida de la guerra despierta tan pronto puede mis sentidos y me arrastra de inmediato al vagón que me llevara por fin a otro destino. Las calles desiertas, convertidas en un campo de batalla y casi en escombros, nos despiden del aquel lugar, de donde ahora salimos deseando no volver mas. Es así que me apresuro en sentarme para partir hacia un nuevo horizonte.

Es así que me apresuro en dar el paso a la escalinata que me faltaba subir para alcanzar todavía al nuevo mañana.

lunes, 22 de junio de 2009

GrAciAs***



Primeras personas usando el separador de hojas....






A todos ustds. GRaCiAS!!




































SePaRaDoR dE HoJaS-**
J.G.M

domingo, 21 de junio de 2009

Gota a gota


La lluvia es como
un camino
gota a gota
paso a paso.


Y asì como
la lluvia gota a
gota irè formando
mi destino.


Mientras màs intensa
es la lluvia
màs intenso y pesado
es el camino para recorrer.


Si la lluvia es lenta
el camino sera
corto y con mucha pausa.


Pero al final
lluvia intensa
o lluvia lenta
lluvia es y
gota a gota a mi destino
llegarè.


Cuantas veces


Cuantas veces
te he dicho
que te amo.

Cuantas veces
pienso que
eres mìo.
Cuantas veces
te sueño al
lado mìo.
Cuantas veces
te he llorado
sin motivo.
Pero noce
cuantas han sido
las veces en que
te he perdido.

Gira y Gira


Giran, giran las
paredes sin cesar,
tan deprisa que no
las puedo controlar.

Es que todo pasa tan
ràpido que no lo
puedo recordar.
Y los recuerdos
¿a donde se van?
No encuentro calma,
no encuentro paz,
no encuentro serenidad.

Ya el tiempo vuela
que no puedo
ni mirar, el
reloj ya va a
estallar.

Pero no es el tiempo,
es mi cabeza la
que da vueltas
y no sesa de pensar
tanto, tanto
que no la puedo controlar.